Revista Internacional de Poesía: "Poesía de Rosario" Nº 21
  Paz Georgiadis
 



NO SÓLO LOS PÁJAROS COMEN ALPISTE. PAZ GEORGIADIS
Editorial Municipal de Rosario. Noviembre 2011.

Paz Georgiadis comienza el libro con el poema “Family game” que la expresa con la necesidad de ruptura de los acordes familiares conque se escuchan las  prohibiciones que han impactado en su mundo de infancia.  Su poesía juega como casi todos los textos entre dos polos: cierto candor adrede y las conclusiones o remates que aleatoriamente se van alternando con aquellos climas suaves  que como tela mórbida van dejando que envuelvan su discurso. “Si los textos fueran autos/ esperaría el domingo / para lavar el mío, / blanco, blanco, /lustrarlo, encerarlo/ aspirarlo y guardarlo otra vez” en “Más ropa” dice: “Sólo me queda sacarme la cara, /desatornillarme los brazos / y las piernas / arrancarles después / uno a uno los dedos; reservarlos aparte,/( en la cajita de lata / con el paisaje de flores, / que antes tenía pastillas / en vez de botones/ (pueden venir bien alguna vez/ unos dedos de repuesto)/ después plancharme/soplar mi alma / y que se vaya / vigilar que nada haya quedado/ entre los pliegues /es importante / seguir el orden / dejarme luego doblada / en el estante de la ropa / de la otra estación / o de la que ya no me entra”. Salir de si y verse como alguien/algo, objetivarse de tal modo que todo lo que mundo adquiera sea una distante y aparentemente fría disquisición, un des-hacerse, un des-armarse, casi maniquí al que se le pueden reemplazar las partes del todo, una muñecda que fue vestida con ropa que ya no le va.  Pero también trata de buscar un modo de no ser la que fue, un modo de incluir la posibilidad de la distorsión en medio de la rutina, de la dislocación de los hábitos familiares, sociales, laborales, etc. La autora va pisando estos automatismos enquistados en las miradas de la costumbre para aplastar con fuerza pero sin estridencias conceptos, reglas, normas, prácticas que la molestan que le impiden instalar la imaginación en todo instante de lo cotidiano:  “Mientras barro el patio,/ la cabeza se me despega/ los ojos se nieblan / mis ideas oscilan / se estiran y  amontonan el viento las desarma / se separa dos que estaban/ – el perro pasa y me las pisa- / tan pegadas que eran una/ se me arman poemas  /mientras barro y me visitan asuntos cósmicos. /(…) La muerte es una cuestión de espacio / me decía mi padre, /que ahora está muerto, que ahora es algo que da de comer/ a los gusanos (…) Si no te morís, ocupás lugar (…) Recién baldeaba y lo entendí”.   Con el título de  “Pelopincho” nos lleva con simpleza por observaciones de lo trascendente (el alma, la muerte, las preguntas de la infancia, lo seres amados)  “Me preguntas qué es el alma / pero ya sabías la respuesta: / es como una máquina grande / en un lugar chiquito, / dijiste. / O cuatro máquinas medianas / con los nombres de las personas que queremos, / en listas hechas de sangre o pintura, / no de papel. / Y el alma está alrededor, / pegada a la piel. / Me preguntaste si conocemos algún pobre / o si nosotros somos pobres, / si el abuelo está desnudo / o se fue sin los huesos. / Y si hay alguna pelopincho / ahí donde está él / y si tiene hambre / o si lo vas a ver”.  Coloquial, su interlocutor/a es la niña que aún conserva, la que  revive en las preguntas inocentes  el inquirir de lo que es verdaderamente  importante en el mundo de los adultos y al que los niños no llegan más que tanteando con preguntas de tono ingenuo pero que tienen una terrible carga de amor y de miedo. Paz Georgiadis lo logra, puede volver a manejar ese tono que ahora incluye el oficio poético y así va salvando su joven racconto y rescatándose en el mirar aquellos días y sus incógnitas. Concluye el libro con un poemas “Participios pasados” que como forma no personal del verbo justamente des-personalizan el discurso, memorando sobre su primeros momentos de vida, nuevamente objetivada, hasta rematar en una confesión flagrante en la que asegura que aquella  enumeración de circunstancias dan por resultado “ella misma”.  El participio pasado  funciona también como un adjetivo pero P.G. sale airosa de la secuencia en la que arriesga el discurso del poema y con ello concluye el libro que ha obtenido el segundo premio “Felipe Aldana 2012” otorgado por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario.


 
Ana Russo - Julio 2012

 
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